Llueve,
tras mis cristales llueve,
y desde mi ventana,
veo paraguas que corren,
y charcas, sin ranas,
que los niños pisan
con botas de agua.
Llueve,
tras mis cristales llueve,
y se alfombraron de espejos
las callejuelas.
Y en el parque de la alameda
los árboles brillan
de otra manera,
con otros verdes,
brillos de seda,
el agua limpió sus hojas,
de polvareda.
Llueve...
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